13 de marzo de 2007

*** Una Mujer bajo la lluvia ***

Un suave e insistente tintineo procedente de la ventana estimuló mis oídos sacándome sin piedad de mi apacible siesta. Abrí perezosamente los ojos una y otra vez, parpadeando con fuerza.
El chisporroteo se hacía mas intenso y monótono. Miré hacia la ventana, estaba lloviendo. La lluvia sobre los cristales se quebraba en múltiples gotitas de agua.
Arropado con unas livianas mantas de algodón, mi cuerpo se sintió protegido por el calor almacenado entre sus fibras. Tensé con fuerza los músculos de mi cuerpo y perezosamente me incorporé. Me senté en la orilla de la cama y permanecí unos instantes en esta postura. Con indolencia amasé y peiné mis desordenados cabellos con los dedos.
El agua resbalaba por los cristales mientras seguía lloviendo, ahora mas intensamente.
Con parsimonia, me levanté, me acerqué a la ventana al tiempo que ordenaba e introducía los flecos de la camisa bajo mis pantalones. Limpié con mis manos los cristales empañados por el vaho originado en el interior de la habitación. Desde la óptica de mi ático se podía ver el parque. Las ramas de los árboles aparecían desnudas de las hojas caídas por la constante acción devastadora del viento y la lluvia otoñales.
Allá en la lejanía y confundida con los árboles, una minúscula figura protegida por un paraguas llamó mi atención. Caminaba despacio, sin prisa bajo la lluvia.
Estimulado por la presencia de aquella diminuta figura, acerqué mi frente y mi cara al cristal. Durante unos segundos la seguí con la mirada, mientras se ocultaba por entre los árboles y volvía de nuevo a aparecer.
El vapor del agua, que contenía el aire exhalado por mi boca empañó de nuevo el cristal. Pasé la mano con avidez y retiré el vaho, pero la figura había desaparecido de mi campo visual.
Permanecí quieto escrutando la zona por donde la había visto por última vez, esperando verla aparecer de nuevo, pero fue todo en vano. Por un momento me sentí víctima de un juego caprichoso de aquella enigmática figura.
Con resignación mal contenida dí una palmada en el alféizar de la ventana. Reflexioné unos instantes y sin mas preámbulos me acabé de vestir, me calé las botas y tomé el paraguas.
De escalón en escalón hice el recorrido desde el ático a la calle de una forma maquinal absorto en aquella figura. Crucé la calle y tomé rumbo al parque. El aire fresco y la humedad de la lluvia refrescaron mi cara. El pavimento estaba salpicado de hojas mustias y descoloridas que se convertían en pequeñas trampas para el transeúnte, cuando cubrían el agua de algún que otro socavón. El golpeteo de la lluvia sobre el pavimento, sobre las hojas y sobre los someros charcos, rompían el silencio.
Con decisión, no exenta de cierto nerviosismo, penetré en el parque e inicié la búsqueda. Controlando los pasos, aunque no la mirada, empecé a recorrer las sendas y caminos en busca de aquella mujer. Cubierta la cabeza con el paraguas, mas por ocultar mi intención de escrutar que de protegerme de la lluvia que caía, fui escudriñando tras los árboles, los rincones y recovecos del parque.
La lluvia arreció y la brisa se intensificó dando paso a un viento mas fuerte. Las hojas de los árboles, amontonadas bajo los mismos, se levantaban formando remolinos yendo a ocupar otros espacios. Una racha de viento agitó mi paraguas y las varillas se sintieron impotentes para mantener su estructura haciéndolo inservible.
Desprotegido, inicié una rápida carrera hacia un cobijo que formaban unas enredaderas enrolladas sobre la estructura metálica de unos hierros.
Tan solo preocupado en no pisar ningún charco, entré precipitadamente en el túnel vegetal y... ante mi sorpresa y desconcierto, en el otro extremo del túnel, a unos pocos pasos, estaba aquella mujer. Cubría su cabeza y su cuerpo del agua, que se filtraba a través de las hojas de la enramada, con su paraguas.
Sobresaltada y sorprendida por mi llegada un tanto impetuosa, giró sobre sus pies y con una sonrisa, que mas bien parecía una mueca, aceptó mis torpes y atolondradas excusas. Después volvió a darme la espalda.
La observé, se la veía triste, absorta en sus pensamientos, daba la impresión de estar muy lejos, en otra dimensión.
El viento se volvió huracanado, el agua nos venía de todas las direcciones. Intenté entablar conversación con ella, me acerqué.
-Sería conveniente resguardarnos en otro lugar, aquí además de calarnos, nos vamos a quedar helados.
Me miró. Tenía unos preciosos ojos verdes, pero mostraban una expresión ausente y perdida. Eran unos ojos que me miraban pero no me veían.
Como no respondía y permanecía como hipnotizada, con su mirada fija en mi, coloque mi mano frente a su cara y la agité diciendo:
-¡Hola! Estoy aquí.
Pareció despertar de un sueño. Reaccionó y movió su cabeza como si quisiera apartar de ella sus pensamientos.
- Perdone, no estaba atenta. ¿Decía usted algo?
- Vaya, parece que ya está de vuelta en la tierra. Le decía que deberíamos resguardarnos de esta lluvia en otro lugar, este ya no es práctico, nos estamos calando hasta los huesos y vamos a coger un resfriado.
-Tiene usted razón. He debido de estar muy grosera, ¿verdad?. Usted hablando y yo sin prestarle atención, le ruego que me disculpe.
Le dije que no tenía importancia. Me moría de ganas de saber como se llamaba, quien era, donde vivía... La única manera fácil que vi de que ella me dijese su nombre era presentarme yo, así que le tendí la mano y le dije:
- Me llamo Ricardo.
Ella me alargó su blanca mano.
- Encantada de conocerle, Ricardo.
Me quedé atónito. Aquella enigmática y bella mujer no me dijo su nombre. Reaccioné y le pregunté si le apetecía tomar un café calentito. Ella pareció dudar unos instantes, pero al final me contestó:
- ¿por qué no?
Me sorprendió que aceptase mi invitación. Hacía unos momentos no me prestaba la mínima atención y en cambio ahora estaba dispuesta a aceptar la invitación de un extraño.
En una papelera situada a la salida del túnel tiré mi roto paraguas, y cobijado bajo el de ella salimos en dirección a una cafetería cercana.
Nos sentamos en una mesa que quedaba libre en un rincón. Yo pedí un cortado con sacarina. Ella estaba indecisa, al final se decidió y pidió un chocolate con nata y churros.
Mientras esperábamos que nos sirvieran quise hacerme el gracioso diciéndole que tenía una bonita y esbelta figura para comer tanto.
- Es que cuando estoy deprimida como mucho. -me contestó.
No quise indagar mas. El camarero nos trajo lo que habíamos pedido. Nunca había visto a nadie comerse un chocolate con churros tan a gusto como a aquella mujer.
Poco a poco fuimos perdiendo la timidez y entablamos una amigable conversación. Yo evitaba hacerle preguntas, aunque me intrigaba saber el por que estaba paseando sola por el parque con el mal tiempo que hacía, y sobre todo quien era, como se llamaba...
Le hablé de mi, le conté que trabajaba en un hospital. Ella me dijo que tenía mucha suerte por tener un trabajo fijo y sobre todo que me gustase realizarlo. Me confesó que ella también se había dedicado a la sanidad, pero que ahora se encontraba en paro.
Seguí hablando y hablando, ella me escuchaba pacientemente. Le hablé de mi situación, yo llevaba un año y medio viviendo en esta ciudad, la cual me gustaba mucho. Mi trabajo me llenaba de satisfacción, pues el ayudar a las personas que te necesitan es una labor, para mi, muy gratificante. Me llevaba bien con los compañeros de trabajo y también con los vecinos, pero había momentos en los que añoraba mi tierra natal y a mi familia, y me sentía solo y deprimido.
- Por lo menos tienes familia, aunque se encuentre lejos...
¡Me había tuteado!. El hielo estaba rompiéndose.
La expresión de su rostro cambió volviéndose triste de nuevo. Las lágrimas acudieron a sus ojos y los inundaron. Con sus dedos temblorosos intentó secarse las lágrimas que empezaban a resbalar por sus mejillas. Como intuí que no llevaba pañuelo le ofrecí el mio.
Se disculpó con un " lo siento, no he podido evitarlo. Me encuentro tan mal... Estoy pasando por una situación lamentable que me está quitando la vida poco a poco"

Me ofrecí para escucharla y ayudarla en lo que estuviera en mi mano.

- Muchas gracias. -me contestó- Pero en realidad eres un extraño, no te conozco... No se como podrías ayudarme.

- A veces simplemente con hablar y que te escuchen es suficiente.

- Tienes razón. Tal vez sea para mi mas fácil contarle mis penas y problemas a una persona con quien no tenga ninguna relación, a quien tan apenas conozca.

La animé para que lo hiciera.
La cafetería estaba abarrotada. Afuera seguía lloviendo. La invité a que me acompañara a un sitio mas tranquilo, en el cual pudiéramos hablar relajadamente. Le ofrecí mi casa, estaba a cuatro pasos, en la misma acera. Ella pareció dudar de nuevo. Pero de pronto soltó un ¡Diablos! ¿por que no?, ¡vamos!
Salimos de la cafetería en dirección a mi casa. Abrí el portal y le cedí el paso. Yo acostumbraba a bajar y subir andando pero en esta ocasión llamé al ascensor, pues no me parecía bien hacerla subir a pie hasta la última planta. Antes de entrar en mi piso le advertí que disculpara si lo encontraba desordenado, ella me contestó que no me preocupara por eso. Abrí la puerta, encendí la luz y entramos en mi humilde ático.
Ella se acerco a la ventana y elogió el panorama que desde ella se veía.

- Desde aquí tienes unas vistas estupendas. ¡Que bonito está el parque en otoño! ¿verdad?

Me acerqué a ella y también miré a través del cristal mojado.

-Sí, está precioso en primavera y en otoño. Sabes... hace un rato, desde aquí mismo, te he visto pasear por él. Me has llamado tanto la atención... parecías como perdida... No he podido resistir un extraño impulso que me ha arrastrado hacia ti. El por que no lo sé no tengo explicación alguna para ello. No se... tal vez es que estábamos destinados a conocernos...

Se volvió hacia mi y directamente me soltó:

- No estarás intentando ligar conmigo, ¿verdad?

- Nada mas lejos de mi intención. -la tranquilicé.

La invité a que se quitara la gabardina y tomara asiento en el sofá. Ella accedió. Le ofrecí un café o una copa.

- Tengo un estupendo brandy por algún lado. ¿te apetece una copa?

Ella dijo que si, así que busqué la botella en uno de los armarios de la cocina y serví dos copas.
Hablamos relajadamente de muchas cosas, de nuestros gustos musicales, de literatura, de pintura, de cine... A los dos nos gustaba la música clásica. Le pregunté si le apetecía escuchar alguno de mis discos. Ella me pidió algún tema de piano. Me acerqué al equipo de música, busqué el último compact que había comprado. Era exactamente lo que necesitábamos los dos "Après de la pluie satie". Comenzó a sonar sutilmente. Era una música suave, tierna y maravillosa, digna de un día de lluvia.

-Esto hay que escucharlo tranquilamente y con poca luz. -Le dije encendiendo una lamparita pequeña situada en una mesita cercana. Apagué la luz del techo.

-¿De verdad que no quieres ligar conmigo?. -Me volvió a preguntar, esta vez sonriendo.

Tenía una sonrisa maravillosa.

-No, quédate tranquila. -Le dije sentándome cerca de ella en un sillón. -Cierra los ojos y escucha.

Ella siguió mi consejo. Durante toda una pieza mantuvo sus ojos cerrados, tiempo que aproveché yo para observarla en silencio. Era una mujer atractiva, rondaría los treinta y cinco, y por lo que le había oído halar era tierna y sensible.

-¡Es sensacional!. -me comentó cuando de nuevo abrió sus verdes ojos.

Rellenamos nuestras copas con un poco mas de brandy. Esta vez me senté al otro extremo del sofá. Me recliné un poco en el y la miré. Ella notó mi mirada y dirigió la suya hacia mi.Nos contemplamos unos segundos en silencio, hasta que yo me decidí a hablar.

-Y bien, ¿vas a contármelo?

-No se como comenzar, es tan difícil para mi hablar de ello...

-Tu comienza y verás como poco a poco te va resultando mas fácil. -La animé.

Comenzó por fin a hablar. Ella no tenía familia, sus padres murieron en un accidente de tráfico hacía cuatro años, tampoco tenía hermanos.

-De muy joven dejé mi pueblo y me vine aquí a trabajar, encontré, trabajo enseguida, una sustitución por una excedencia indefinida en un ambulatorio de la seguridad Social. Todo me iba muy bien. Llevaba trabajando dos años cuando conocí a la persona con quien todavía hoy comparto mi vida. Se llama Raúl, es fotógrafo. Cuando lo conocí me pareció la persona mas maravillosa del mundo. Enseguida nos planteamos la posibilidad de vivir juntos y así lo hicimos. era tan grande nuestro amor que no os pareció necesario el acreditar nuestra unión con esos papeles insignificantes que te dan después de una boda, así que sin pensárnoslo tan apenas nos fuimos a vivir juntos a su casa.

Hizo una pausa para tomar un sorbo de su copa. No quise interrumpir su silencio.

-Los primeros dos años fueron maravillosos. Me pidió que dejara mi trabajo, y yo así lo hice. Era tan grande mi amor hacia el que vi así la posibilidad de dedicarme por entero, en cuerpo y alma a el, a cuidarlo, mimarlo y a hacerle totalmente feliz. Al poco tiempo tuvimos nuestro primer mal momento. Fue cuando yo me quedé embarazada y con gran alegría por mi parte le comuniqué mi estado. Lo que para mi era maravilloso para el fue un golpe duro, no entraba en sus planes tener un hijo en aquel momento, su negocio estaba atravesando un mal momento y no veía oportuna la llegada de aquel niño, así que me pidió que abortara. Yo lo quería tanto que era incapaz de negarle nada de lo que me pedía. Me convencí a mi misma de que el tenía razón, que no era el momento oportuno, de que yo era joven y tenía mucho tiempo por delante para tener mas hijos, así que le hice caso y aborté.

Guardó silencio, pues su voz temblaba igual que sus manos. Se acercó la copa los labio y dio un gran trago, luego me miró.Yo no supe decirle nada. Se adivinaba que lamentaba el haber accedido a a aquella petición egoísta. Le dolía el haber procedido de aquella manera.

-Si no hubiera hecho caso a Raúl, ahora por lo menos tendría un hijo con quien compartir mi vida. El me hubiera dado la fuerza necesaria para seguir viviendo.Hubiera luchado por el con todas mis fuerzas.

Supuse entonces que ahora se encontraba sola, que la relación con su pareja o estaba muy mal o había terminado. No obstante no quise preguntarle nada, la dejé continuar.

-Hace año y medio, comencé a notar a Raúl extraño, a veces ausente ypoco cariñoso conmigo. Yo tenía una íntima amiga, Elena, a la que le contaba mis penas y la que parecía comprenderme muy bien.Una noche que Raúl había tenido que salir a hacer un repoertaje de boda, se presentó en mi casa una vecina, había salido a cenar fuera y había visto a Raúl en el restaurante en plan muy cariñoso con mi amiga.

-Y, claro, le faltó el tiempo para ir a contártelo.

Ella asintió con la cabeza.

-Pensé que me moría en aquel mismo instante.Era como si el corazón se me hubiera partido en mis pedazos. Lloré amargamente durante muchas horas. Esperé despierta a Raúl hasta que de madrugada volvió a casa. Le pedí explicaciones. Su contestación me dejó helada,sí, era cierto, y no tuvo ni la delicadeza de mentirme para no hacerme daño. En aquellos momentos hubiera aceptado una mentira antes quye aquella dolorosa realidad. Me hubiera dejado engañar. ¡Que triste! ¿no?. me dijo que la quería, que lo pasaba muy bien con ella, que a mi también me quería y no estaba dispuesto a prescindir de ninguna de las dos.

-¿Y tu seguiste a su lado después de aquello?

-Si. Yo le seguía queriendo. Me eche la culpa de aquyella situación. Lo que había ocurrido debía ser porque yo no habia sabido hacerle feliz, porque no le había dado todo el cariño que el necesitaba.

-¿Como puedes decir eso? Por lo que me has contado tu le diste mucho mas de lo que se merecía. Una persona así no es digna de tener tu cariño. Es un ser egoísta y cruel.

-Yo traté de hacerle olvidar a Elena, pocuré volcarme mas en su persona, vivir exclusivamente para el, todo fue en vano.

-¿Como pudiste vivir con una persona que en ralidad no te quería?

-El me repetía constantemente que me quería. Pasaba mucho tiempo con Elena pero al final del día volvia a casa conmigo. Yo albergaba la esperanza de que un día aquella situación terminara, que se diera cuenta de que en ralidad a la que quería de verdad era a mi, de que me necesitaba.

No podía comprender como aquella dulce mujer había renunciado a su propia felicidad por la de un ser tan vil como aquel hombre. Me extrañaba como a ella le parecía normal una situación que a mi me parecía absurda e intolerable. Era una mujer resignada y anulada totalmente, muerta en vida. Yo no podía consentir que alquien tan angelical siguiera malviviendo de aquel modo. Me propuse ayudarla cuanto pudiera.

-Lo malo es que aquella situación se prolongó hasta ahora. Sigo viviendo con el. El sigue su doble vida. Yo me estoy consumiento poco a poco, ya casi no tengo fuerzas ni ganas de seguir adelante. Se que no debo tolerar mas esta situación, pero es que no tengo nada... -Me miró con angustia- Y todavía no sabes lo peor. Elena está embarazada, va a darle ese hijo que yo tanto anhelaba y tanto he llorado, y el ahora parece contento con la llegada de este niño. Creo que en cualquier momento me pedirá que me vaya de casa.

-¡Es absurdo! ¡No puedes seguir al lado de ese mostruo! Convencete de una vez por todas de que el no te quiere, y dudo mucho que te haya querido alguna vez. A nadie se le puede amor y maltratar psicologicamente como el lo hace contigo, mintiéndote y diciéndote que te ama. El no se ama mas que a si mismo, el se siente el centro del mundo y todos tienen que girar a su alrededor, complaciendole en todo. ¡Ya solo me falta que me digas que tambieén te pegaba!

Ella me miró tristemente.

-Solamente lo hizo en una ocasión y yo tuve la culpa. -Era insólito, todavía lo defendía.

-¡No! Seguro que no. No se por que te echas la culpa de todo. El te ha hecho sentirte culpable de todo. ¡Que cómodo para el! Así el puede hacer lo que quiera, como quiera, cuando quiera y con qien quiera. Y encima seguro que piensas que le amas...

Ella asintió de nuevo con la cabeza, después ocultó el rostro con sus manos y lloró.

-Ten por seguro que lo que tu piensas que es amor, es solo una terrible dependencia, y miedo a estar sola.

-Pero es que no tengo nada. No tengo a nadie, realmente estoy sola. No tengo amigas, ni trabajo, ni familia, ni casa.... nada ¡No tengo nada! -Casi me gritó.

-¡Que no tienes nada...! tienes lo mas importante.... la vida. -le increpé.

Los dos nos mantuvimos en silencio. La música seguía sonando, con sus notas nos calmó un poco.

-Siento haberte gritado. -Se disculpó- Tu no tienes culpa de nada. eres un hombre bueno y amable que ha escuchado mis miserias con mucha paciencia. Me ha ayudado mucho el hablar contigo. Es raro como he podido contarte tantas cosas a tí, a una persona que no conozco de nada...

-Ahora ya me conoces un poco. Yo también te he contado parte de mi vida. Quisiera que amntuviéramos contacto a partir de ahora, que me vieras como a un amigo en quien confiar y al que le puedas contar todo lo que te ocurre, que me hagas participe de tus temores, lo que piensas... Si tu quieres yo te ayudaré, como has podido comprobar se escuchar, y trataré de darte mi opinión y mi consejo cuando lo necesites y me lo pidas... aunque luego si tu lo decides así no lo sigas.

-¿Sabes?, esta tarde cuando tu me has visto caminando por el parque, venía de la iglesia. Había estado pidiendole a Dios que me ayudara a encontrar una salida, que me mostrase una luz que alumbrase esta oscuridad en la que me veo inmersa. Tal vez esa luz seas tu. -Me dijo mirándome esperanzada.

-No se por que me llamaste tanto la atención. Desde aquí te veía pequeñita, no sabía si eras alta, baja, joven o mayor. Solo se que parecías un perrito desorientado y perdido bajo la lluvia.

-Si, y tu bajaste a recogerme. De verdad que el deshaogarme me ha sentado muy bien, ahora creo que veo las cosas con mas claridad. Sabía lo que debía hacer y en realidad tengo que hacerlo y lo haré, pero es tan duro que trataba de engañarme a mi misma.

-A veces hay que tomar decisiones drásticas para atajar los problemas. Nunca debería darse la situación que nos obliga a tomar estas decisiones, pero la vida es así, y tenemos que capear el temporal como viene. Todos tenemos derecho a ser felices, a vivir dignamente y a que os respeten. Nadie tiene que obligarnos a hacer lo que no deseamos, nadie tiene derecho tampoco a causarnos daño o a hacernos infelices, a vejarnos ni a maltratarnos.

-¿Por que no te habré encontrado antes? -Se lamentó- Hubiera podido salir antes de este poco oscuro en el que me encontraba. Me hubiera evitado tanto suffrimiento... ¡Me has ayudado tanto!

Su expresión demostraba su agradecimiento. Su rostro había cambiado, en sus ojos se veía un brillo de esperanza.

La noche había llegado sin nosotros darnos cuenta. Afuera seguía lloviendo, de vez en cuando el negro cielo se iluminaba cortado por un relámpago. Los truenos sonaban cada vez mas tenues, la tormenta se estaba alejando. La musica cesó. Me di cuenta de que era tarde, le ofrecí algo de cena pero ella me dijo que no tenía hambre, pero que aceptaría gustosa un café con leche calentito, así que fui a la cocina a prepararlo. Desde la salita me preguntó como se ponía en marcha el reproductor de música.

-Presiona el botón rojo de la derecha, se pondrá en marcha solo.

A mis oídos llegó de nuevo el sonido de aquella maravillosa música.

-Bien, ya está. Espero que no esté demasiado caliente. -Dije dejando la bandeja con el café con leche sobre la mesita.

-No te preocupes, estará perfecto.

Yo le añadí al mio unas gotas de brandy. Sentados en el sofá de nuevo, ambos nos tomamos tranquilamente nuestros cafecitos. Estuvimos en silencio un buen rato, disfrutando de la paz que nos transmitía aquella música. De pronto ella me miró y me dijo:

-¿Puedo pedirte algo?

-Lo que tu quieras. Si está en mi mano lo tienes concedido.

-Pero es que tal vez te parezca raro. -Me advirtió.

-No te preocupes y dime.

-¿Puedes abrazarme?

Verdaderamente me sorprendió, aunque en seguida comprendí que lo que necesitaba era sentirse protegida, arropada, notar que alguien la cuidaba y se preocupaba por ella.

-Ven aquí. -Le dije abriendo los brazos.

Ella se descalzó para no manchar el sofá y se acurrucó entre ellos.

-He tenido mucha suerte al conocerte. -Me dijo apoyando su cabeza sobre mi pecho- Has sido como un soplo de aire fresco que ha venido a despejar mi mente. Tenía la cabeza hecha un lío. Me sentía incapaz de pensar mas. Ya no tenía ganas de seguir luchando. Tal vez incluso hubiera cometido alguna tontería. Ahora no se como voy a arrelármelas para sobrevivir, de momento tengo que dejar a Raúl, pero es que no tengo trabajo, no se de que voy a vivir, no tengo familia, solo me queda una tia en el pueblo y hace mil años que no la veo. Tampoco tengo un sitio donde cobijarme...

-Puedes venir a vivir aquí, si quieres, hasta que soluciones tu situación y encuentres un tabajo que te permita vivir aceptablemente. Tienes mi casa a tu disposición cuanto tiempo la necesites, no es muy grande pero lo suficiente para dos personas.

-¿Me lo dices de verdad? -Me preguntó asombrada.

-Totalmente, algo así no se ofrece solo por quedar bien. Además tendrás que organizar un poco tu vida, te ayudaré en todo lo que pueda.... tendrás que apuntarte al paro... yo te acompañaré.

-¡Eres un encanto! Lo pensaré, pero lo haré mañana, estoy tan cansada...

-Cierra los ojos y relajate. Quedate tranquila yo cuidaré de ti.

Me hizo caso y cerró los ojos. Pronto su respiración se hizo mas profunda. Se quedó dormida entre mis brazos. La contemplé, tenía entre mis brazos a una mujer herida y desvalida, que pedía a gritos que la quisieran. La observé detenidamente, aparté un mechón de pelo que le caía sobre la frente.Acaricié su cara. No pude resistirme y rocé con mis labios sus párpados. Después deposité un beso en sus sugerente labios, estaban tibios. Me mantuve quiero, en la misma posición larga rato, parecía encontrarse tan bien que no quise perturbar su descanso. Era ya de madrugada cuando comprendí que no podía pasarme el resto de la noche enaquella posición, también yo tenía que descansar, así que con toda la suavidad que pude, pasé uno de mis brazos por debajo de sus piernas y con ella en brazos me levánté del sofá, apenas pesaba... era tan pequeñita... tan frágil... La llevé hasta mi cama y con toda la delicadeza que me fue posible la deposité sobre la colcha, después la cubrí con una manta. De pie junto a la cama la contemplé de nuevo, tenía cara de ángel. Cansado me tumbé sobre el sofá intentando descansar. Pronto me quedé dormido. Me desperté tarde, la luz del sol entraba por la ventana, de la tormenta del dia anterior solamente quedaban algunos charcos. El tiempo había cambiado. Me acerqué hasta mi cama. Ella no estaba.

-¡Vaya! Se ha marchado sin decirme adiós. Hemos pasado muchas horas juntos y ni siquiera se como se llama... -Me lamenté. Apesadumbrado, pues dudaba que la volvería a ver, fui al baño, necesitaba una ducha. Al entrar reparé en el espejo que está sobre el lavabo. En el había un mensaje escrito con lápiz de ojos:

-"Me da pena despertarte. Muchas gracias por todo. He de soluciojar mi vida. Ahora tengo fuerzas para hacerlo. He tomado nota de tu número de telefono. Te llamaré y si todavía está en pie tu oferta, tal vez acepte. ¡Ah! por cierto, me llamo Alba".

¡Alba! se llamaba Alba. No podía tener otro nombre. Era el ideal para una mujer tan preciosa como ella. Me sentí ilusionado y satisfecho por haber contribuido a volver a la vida a aquella mujer que se merecía ser la mas feliz del mundo. Sonreí porque por fin sabía su nombre y supe en ese momento que muy pronto la volvería a ver .

MARISA 1997.


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