el encantador,
que convierte en alegría las cosas que no tienen valor.
Es un perfume de esa flor maravillosa que es el corazón;
y sin esa pasión sagrada,
sin ese desvanecimiento divino,
somos menos que animales;
pero, con ella,
la Tierra es el Cielo
y nosotros somos dioses.
R.G. Ingersoll (1833-1899)
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