21 de marzo de 2007

MISTERIOSO POBLADO DE MESA VERDE







Mesa Verde: el país perdido de los anasazi

La gran mayoría de las culturas amerindias del subcontinente norteamericano se caracterizaron, antes de la llegada del hombre blanco, por su nomadismo y por su ausencia de vestigios arquitectónicos.

Las tribus de América del Norte, eran esencialmente cazadoras-recolectoras y la agricultura y la ganadería estabulada no fue la base de su tejido económico. Lógicamente, con esta estructura social no se asentaron en un punto fijo, aunque sí en un territorio que recorrían en una trashumancia continua y estacionaria en busca de las zonas con mejor caza.

Pero hubo una excepción que confirma toda regla: el pueblo de los Anasazi. Entre los siglos VI y XIV de nuestra era en la zona conocida actualmente como “Four Corners” (Cuatro esquinas) se asentó la civilización Anasazi. La zona es conocida como Four Corners porque es el único punto en todo el territorio de los Estados Unidos donde se produce la intersección entre cuatro estados: Arizona, Utah, Nuevo Méjico y Colorado.

Los Anasazi ocuparon una amplia zona de la cual nos quedan vestigios en varios parques naturales: Chaco Canyon, Kayenta, Canyon of Chelly, y sobre todo, Mesa Verde.

Sus características más importantes fueron: el desarrollo de técnicas de cultivo muy innovadoras, con unos avanzados métodos de irrigación, que en un ambiente tan desértico como el Sudoeste americano, les permitió mantener una agricultura intensiva; una cerámica rica y variada que ha dejado un poso muy importante en las elaboraciones artesanales de los actuales pobladores de raza india (Navajos, Hopi…); un comercio, al cual tuvieron que renunciar cuando el acoso exterior les obligó a recluirse en sus territorios más seguros y que les permitió mantener contactos con regiones lejanas, como queda demostrado en los restos encontrados y, sobre todo, una arquitectura espectacular: casas de varios pisos, graneros circulares excavados en la roca, donde también destacan centros ceremoniales, conocidos como kiwas. Pero estos conocimientos tan documentados sobre la civilización Anasazi coinciden con la ausencia de elementos que permitan recomponer su pasado histórico.

Todo lo que tenemos son suposiciones sobre el final de la cultura Anasazi: según las teorías más extendidas el agotamiento de las tierras cultivadas condujo al abandono de las mismas. Otra teoría es el acoso de los pueblos del Norte, más belicosos y menos avanzados en sus estructuras sociales. Esta última teoría coincidiría con una característica imperante en todos los restos y vestigios encontrados: su inaccesibilidad y propensión a la ocultación, posiblemente provocada por su desventaja militar frente a las amenazas foráneas.

Mesa Verde es el ejemplo más claro de este carácter y, al mismo tiempo, el factor fundamental de la belleza del Parque Natural.

Los indios anasazi tenían una organización económica basada en el aprovechamiento de los recursos agrícolas. Almacenaban gran cantidad de cereales para el riguroso invierno de Mesa Verde, enclavada en un altiplano. Para ello poseían grandes silos, kiwas, que iban vaciando hasta la próxima cosecha. También almacenaban en cubículos que estaban destinados para ello en sus casas, con lo cual se caracterizaron por construir una gran variedad de recipientes de barro.

Esto provocó una gran tradición ceramista que es una de las peculiaridades más famosas de los Anasazi. La decoración de los recipientes se fue haciendo cada vez más elaborada. Se decoraban las vasijas y cuencos con motivos ornamentales y religiosos, entre los cuales destacaba el Cocopeli, el símbolo de los anasazi por excelencia y que consiste en una figura antropomórfica de rasgos muy básicos. A grandes rasgos es muy similar a la figura del índalo de Almería.

La elaboración de productos de cuero también tuvo una importancia para la agricultura: se realizaban arneses para los aperos de labranza, capazos para la recogida de los productos, calzado para el trabajo en las escarpadas laderas…

En definitiva, los Anasazi eran un pueblo pacífico y laborioso que no tenía una tradición guerrera ni una cultura expansionista.

Todo ello les condujo al aislacionismo y a la ocultación. Con estas características su futuro no era muy halagüeño, y por desgracia así fue.

Mesa Verde es un Parque Natural atípico del Sudoeste Norteamericano, pues no se trata de un parque desértico. Más bien al contrario, la frondosidad arborícola es una de sus características más resaltadas. Es posible que esta característica sea una peculiaridad del pasado si no se corrige la tendencia anual que se produce cada verano y que consiste en un incendio devastador en el parque de Mesa Verde.

La primera parte del parque, entrando desde el Norte, consiste en un largo recorrido por los amenazados rincones de los bosques de Mesa Verde. Los pinos y el chaparral son las especies vegetales imperantes. La similitud con el ecosistema mediterráneo es muy acusada, calor tórrido y monte bajo mezclado con pinares. El fuerte olor de las plantas aromáticas (espliego, lavándula…) se disemina por toda la zona. Entre la vegetación existe gran cantidad de fauna local: ciervos, ardillas, zorros del desierto, incluso pumas (conocidos en esta parte como “mountain lions” ).

Como curiosidad adicional en el Visitor Center te dan, nada más llegar un mini-cursillo de comportamiento ante la presencia intimidante de un puma. Esta parte del recorrido se realiza en vehículo debido a su extensión.

Los visitantes del parque pueden pararse en los señalizados “wiew-point” que hay a lo largo del recorrido, e incluso internarse por los caminos que conducen a espectaculares vistas de los escarpados cañones o a los diferentes vestigios y ruinas que se diseminan por el territorio.

Es al final del recorrido donde se encuentran los restos de la cultura Anasazi de mayor interés y espectacularidad.

En una escarpada ladera de la montaña que da sombra perpetua al Cliff Palace, los anasazi construyeron edificaciones incrustadas en la roca. Así como muchos pueblos, de menor tradición constructora, hubieran excavado la roca, los anasazi construían casas a grandes alturas y en lugares de muy difícil acceso. El Cliff Palace es la parte más recóndita del parque. Es un conjunto monumental compuesta de varias casas de varios pisos y adosadas. Se le ha asignado el nombre de Palacio por su espectacularidad pero no está demostrado que así fuera.

Existen más de 200 habitaciones en todo el complejo monumental que aún no queda claro si pertenecían a un mismo edificio o a varios. Están comunicadas entre ellas y a su alrededor hay varias kiwas, que en un principio estaban destinadas a silos de cereales, pero también algunos estudiosos le asignan un componente iniciático y religioso. La peculiaridad del Cliff Palace reside en su ubicuidad. Se encuentra debajo de una inmensa losa de piedra y en una de las vertientes de una torrentera.

A principios del siglo XX cuando los Estados Unidos culminaban su expansión territorial hacia el oeste, las autoridades federales inspeccionaban el territorio que pasaba desde ese momento a pertenecer a su jurisdicción. Cientos de aventureros y expedicionarios recorrían el oeste con el respaldo económico de las autoridades de Washington. La casualidad permitió el descubrimiento del Cliff Palace según se explica en la documentación entregada por las autoridades que gestionan el Parque Natural.

Uno de los expedicionarios intentaba recuperar unas pertenencias suyas que habían caído por la pendiente de la inmensa losa y no le quedaba otro remedio que descolgarse con cuerdas hasta el fondo del torrente. Cuando así lo hizo no daba crédito a lo que estaba viendo. Una ciudad oculta y perdida debajo de la piedra. No sabemos si realmente fue así o existe una tendencia acusada a la invención pero lo cierto es que no somos pocos los que nos hubiera gustado vivir aquella maravillosa experiencia en la misma situación que su afortunado descubridor.

Balcony House se encuentra enfrente del Cliff Palace y nos muestra la combinación entre dos características constantes del pueblo anasazi: la tradición arquitectónica y el miedo a los belicosos pueblos del Norte.

No solo acceder hasta allí era difícil para los hombres, sino también para los materiales que utilizaban. Ellos trabajaban con piedra arenisca, de fácil extracción en la zona y cómoda para transportar en superficie, y lo seguían haciendo en las laderas rocosas. Este hecho da idea de la facilidad con la que este pueblo realizó progresos en el arte de la construcción.

Desde principios del siglo XX y siguiendo la política de conservación de los espacios naturales iniciada por el presidente Theodor Roosevelt, Mesa Verde se convirtió en un emblema para mostrar al resto del mundo que también en la América del Norte se instalaron culturas capaces de dejar recuerdos en forma de vestigios arquitectónicos.

El Cliff Palace nos recuerda en gran medida al Machu Picchu. Al igual que la ciudad perdida de los Incas, permaneció inalterado en la memoria durante siglos para luego convertirse en una imagen recurrente de la antigüedad. Esa hibernación en el seno de la historia le confiere un halo de perpetuidad. Parece que en todo ese tiempo que permaneció perdido para la humanidad, el Cliff Palace consiguió quedarse igual que en el siglo XIV. No sólo las piedras, sino también los enseres domésticos y religiosos, los aperos de labranza y las cerámicas.

En Mesa Verde el pueblo anasazi se refugió del acoso de sus belicosos y guerreros vecinos. Posiblemente este hecho les obligó a trabajar en exceso las mismas tierras y condujeron a estas hacia el agotamiento. El suelo, los recursos naturales, los animales, en definitiva los recursos necesarios para el sustento de un pueblo se acabaron.

Hacia el 1300 de nuestra era se vieron obligados a desperdigarse por la zona en busca de sustento. Los restos anasazi posteriores a esta fecha son vestigios arquitectónicos muy aislados e inconexos, construidos en laderas inaccesibles aprovechando sus conocimientos de construcción hasta el final de sus días, como ejemplo de una civilización con una acusada y propia personalidad.

Según estudiosos indigenistas, los Anasazi se mezclaron con los pueblos indígenas de la zona y aún se pueden observar algunas conexiones culturales con los indios Pueblo, los Navajos y los Hopi. Sin su fortaleza de Mesa Verde, el pueblo de los anasazi no encontró su territorio alternativo. Su fuerza cultural no fue suficiente para derrotar a los inquietos y bélicos pueblos que les rodeaban. Más adelante ninguna de estas tribus pudo hacer frente al poderoso enemigo que cruzaría el Atlántico para hacerse dueño de todo el continente.


Marisa.

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