5 de febrero de 2007

*** Recuerdos de un Otoño ***




******* Recuerdos de un otoño. *********


En la soledad de mi habitación, una vez mas leo tus cartas, esas cartas llenas de amor que tantas veces me han hecho sentir alegría, cariño y deseo. ¡Pobres!, están tan ajadas...

Un suave golpeteo me llega desde la ventana entreabierta. Es la fina lluvia que golpea sobre los cristales.

Me acerco con intención de cerrarla, pero el olor penetrante de la tierra húmeda del jardín me trae recuerdos inolvidables de momentos vividos junto a ti. Es tanta mi añoranza que abro la ventana de par en par con el deseo desesperado de que otros recuerdos vengan a mi mente.

Recuerdo aquella tarde de principios de otoño. Aquel paseo por el bosque de hayas, el olor de la hojarasca húmeda, la frescura, la paz, el silencio solamente roto por el tímido trino de algún pájaro y la voz del cuco.

Ese bosque que parecía salido de un cuento de hadas, de hayas altas de tronco claro y ramaje espeso, tan tupidas que tan apenas dejaba penetrar la luz del sol creando un sinfín de contraluces que hacía resaltar los colores rojizos y dorados de las hojas que, por el paso del tiempo formaban una interminable alfombra y que le daba un aspecto de embrujado...

Los macizos de fresas salvajes crecían en la penumbra. Los arbustos de flores silvestres de infinidad de colores bailaban sensualmente al son de la suave brisa...

El ambiente nos hechizó. Nos sentamos sobre las raíces de un viejo árbol.

Conversamos, nos mirábamos, callábamos contemplando nuestro alrededor y escuchando a nuestros corazones.

Pronto el atardecer se apoderó del bosque y yo sentí frió. Galantemente me colocaste tu chaqueta sobre mis hombros y me recliné apoyando mi espalda sobre tu pecho, tu me abrazaste y el frió desapareció.

Estábamos tan a gusto que no necesitábamos hablar para comunicarnos. El amor y la complicidad flotaba en el ambiente.

Sentí el calor húmedo de tu respiración sobre mi cuello...¡que delicia! Después un suave beso hizo despertar en mi el deseo. Me volví hacia ti y nos miramos, me dijiste "te amo, te deseo". Un torbellino de emociones se desató en mi interior. Nuestros corazones latían desbocados con tanta intensidad que casi podíamos oírlos. Unas lágrimas resbalaron por mis mejillas. Me acariciaste tiernamente la cara, yo besé tu mano. Cerré los ojos dejandome llevar por el placer. Con inigualable emoción juntamos nuestros temblorosos labios, y ente caricias y teniendo al bosque y a los pájaros por testigos... nos amamos...

Vuelvo a mi realidad, triste realidad.

Todavía sigue lloviendo, aunque con menos intensidad. La tormenta se aleja aunque a lo lejos se pueden percibir algunos truenos y relámpagos. Estos últimos truenos antes de la calma se asejemejan a los gritos desesperados que mi corazón da por ti. Los relámpagos son las dolorosas heridas de mi alma, y la lluvia las lágrimas que por ti derramo.

No es justo que hayas emprendido "el viaje" sin mi. Señor, ¿por qué te lo llevaste tan pronto? Habíamos comenzado a vivir. Me castigaste sin razón a esta prolongada agonía...

No concibo mi vida sin ti. A menudo te veo sentado en tu sillón favorito leyendo un libro, tocando en el piano nuestra canción, erguido frente a la chimenea. Todavía recuerdo tu voz diciendome te amo, te necesito... Siento el tacto de tus manos acariciando mi cuerpo. Noto tu olor, oigo tu risa. Te veo y quiero tocarte, pero al alargar mis manos hacia ti te desvaneces dejandome otra vez a solas con mi dolor.

Me dicen que de amor no se muere, mas mi alma, mi cuerpo y mi corazón mueren por ti.

Tan solo me reconforta saber que pronto nos volveremos a reunir y que ya nunca nos separaremos y viviremos nuestro gran amor eternamente.
Marisa

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