20 de febrero de 2007

LA AVENTURA DE NADIA





A Nadia nadie la ve. A Nadia nadie la toca. Nadia es, simplemente, una brisa, nada más que una brisa deliciosa, fresca y discreta.

En otro tiempo, Nadia pasaba sus días acariciando flores, refrescando las frentes cansadas de los oficinistas y despeinando flequillos engominados.

Aunque era hija de una familia de poderosos vientos, nunca se dio aires de grandeza; aunque sí que podía, porque su padre era un Alisio venido del norte y su madre la famosa Tramontana.

Todavía no se ha aclarado el porqué, pero un buen día se despidió de los suyos diciendo que deseaba hacer unos experimentos.

El primero fue explorar qué pasaba si se metía en alguno de los globos multicolores que se venden en la plaza. Aprovechó el hinchador del señor globero, se coló por su oscura boca y entró en el interior de un globo rojo. Una cadena de sensaciones le llegaron en tropel, sentirse "dentro"... crecer... empujar los límites de goma... tocar la tensión de las paredes transparentes... ver como el color rojo se diluye según engorda el globo.

Tanto le gustó que probó otros colores, un amarillo vigoroso, un verde estimulante... Ni se dio cuenta cuando su globo fue zarandeado por unos vientos que corrían calle abajo, dando empujones y haciendo un ruido que asustaba a la gente. Empezó a sentir miedo.

- ¿Y si explota...?

No pudo evitarlo, su globo se estrelló contra una chincheta y... el susto fue mortal. Mareada por la explosión, Nadia se vio envuelta entre aquella pandilla de vientos violentos que la arrastraban con ellos. Quedó alucinada con la marcha de aquellos gamberros que tiraban papeleras, rompían macetas y daban golpes a las ventanas.

- !Que poderío! ¡Que sustos dan a la gente! ¿Por qué tiran puñados de tierra a los ojos de los niños?

Aquello era una pandilla de desalmados... hasta se reían cuando salían en las noticias de la tele los desastres que ocasionaba su tornado. Así que decidió dejarlos para dedicarse a cosas mas suaves y constructivas.

Estuvo enseñando flexibilidad a los árboles jóvenes para que se doblaran a su soplo, en lugar de ponerse tiesos y chulos con peligro de quebrarse. De paso, aprovechó para adiestrar a las hojas caducas a despegarse al llegar el otoño.

A un lago muy soso le enseñó a mover sus aguas de manera que pudiera multiplicarse el sol en cada ola y convertir a la luna en rizos, lágrimas y sortijas.

También probó a disipar humos y porquerías flotantes en el aire, pero ahí le fue muy mal, los ácidos, vapores y sprays la dejaban hecha un asco. Estaba por los suelos, olía mal y pringaba cuanto tocada de mil cosas repugnantes. Así que buscó una nube de agua fresca y limpia para darse una ducha.

Quedó tan limpia y relajada que mientras se secaba al sol apoenas percibió que se estaba elevando por el calor. Subía y subía hasta que la tierra llegó a ser como unmapa de los libros, Las alturas eran admirables.

Pero, sobre todo, la mayor sorpresa fue conocer a Aliento, un viento muy peculiar, era imposible adivinar su origen, su destino y su forma... pero se le sentía profundamente armónico, emanaba bondad y a su lado se estaba divinamente.

Estuvieron charlando horas. Nadia le contó sus ganas de experimentar cosas y repasó las vividas con los globos... los ciclones... los bosques... los humos... la nube... Al fin le preguntó:

- ¿Cual de todos te parece mas interesante?

El Aliento le contestó:

- Ninguno de ellos. No hay nada como el interior del hombre y la mujer. Ese si que es un universo apasionante.

Así es como Nadia empezó a entrar en humanos y se convirtió en respiración. Conoció el jadeo de un atleta, la respiración entrecortada de los que tienen miedo, salió en forma de silbido por los labios de los pobres que hurgan en las papeleras. Se hizo melodía cuando un flautista la impelía con precisión al redondo interior de una flauta, pasó apuros cuando fue el impulso de insultos y mentiras y se negó a colaborar cuando la usaban para escupir y cosas así.

Pero aprendió a ir mas allá de gustos y disgustos y a colaborar en todo lo que la vida había puesto en marcha. Unas veces llegó a ser el grito de un recién nacido... otras fue el último aliento del que expira... y otras muchas se convirtió en suspiros de pena y alivio.

Aquello de ser aliento daba tanto de sí que parecía imposible cansarse de probar nuevas experiencias.

Pero otro buen día, Nadia desapareció. Unos dicen que volvió a su casa y ya no sale, otros aseguran que está en todas partes, aunque nadie la encuentra. Quizá Nadia descansa plácidamente después de haber vivido tantas experiencias...

Nadie ha vuelto a ver a Nadia. Nadia se ha convertido en Nadie.
Alguien





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