16 de agosto de 2007

**********UNA RAFAGA DE AIRE FRESCO CON OLOR A JAZMÍN 2 **************



****UNA RÁFAGA DE AIRE FRESCO CON OLOR A JAZMÍN. 2.*****

2ª PARTE Y FINAL

********************* IV ******************

Día tras día Irene acudía a sus citas con Marcos en el invernadero. No se atrevía a contarle nada a su hermana. No le comentó el incidente con los perros sucedido varias jornadas antes para no preocuparla. Y no le habló de la presencia de Marcos. Si lo hacía,Ana, pensaría que se había vuelto loca de verdad. ¿Cómo explicarle que tenía un amigo "fantasma"? No, decididamente no se lo contaría.

Desde el día en que lo conoció, tal vez por las circunstancias que desencadenaron aquella situación, Irene no se encontraba muy bien, se fatigaba mas, tenía menos apetito y de vez en cuando notaba una ligera sensación de angustia, y se preocupaba por ello. Delante de Ana procuraba fingir que tenía apetito y comía a la fuerza para no inquietarla.

Con Marcos se mostraba tal y como era. Le hacía partícipe de su triste realidad. Le mostraba su miedo a la muerte, que por cierto, hasta entonces no le había preocupado.

Aquel día se encontraba algo triste y abatida.Marcos intentaba consolarla y convencerla de que la vida no acababa cuando una persona muere.

-¡Mi querida niña! No me gusta verte así. -Le dijo sentándose en el banco, junto a ella.- Tienes la demostración delante de ti, mirame, quiero ver esos lindos ojos.

Irene levantó la cabeza y lo miró. Sus ojos estaban llenos de lágrimas que no se atrevían a saltar la barrera de sus pestañas.

-No estés triste. Si ese momento llega, no te asustes, no pasa nada, parece que todo se acaba, pero en realidad continúa.

-No puedo evitarlo, sabes que no me encuentro muy bien, creo que ya me queda poco, y... ¡me voy a dejar tantas cosas por vivir!

-Pero puedes experimentar otras. Y además,¿quien te ha dicho que no puedas seguir "viviendo" otra vida?

Irene lo miró.

-Tu no me engañarías ¿verdad?.

-Por supuesto que no, princesa. ¡Venga! levanta ese ánimo, no te rindas. No quiero ver mas lágrimas en tus ojos. -Marcos se desvaneció en un instante quedando en el aire el aroma a jazmín.

-¿A donde vas? -Preguntó inquieta Irene, temerosa de que la dejara sola en aquel momento.

-No me voy. Tan solo quiero hacer esto...

Irene sintió como el cogía las manos y las besaba.

-No quiero que sufras innecesariamente. Escuchame con atención. Cuando llegue la hora, no temas, ten esperanza, y entonces emergerás de tu propio cuerpo, llena de vitalidad y alegría, con todo un futuro bello por delante.

-¿De verdad es bello el futuro queme espera?. -Preguntó reflejando toda su esperanza en su mirada.

-Si, pequeña.Un mundo sin igual te espera para hacerte feliz, y en el cual podrás vivir todas la situaciones que quieras, y experimentar todas las sensaciones que desees. Solo te pido que no te rindas como hice yo, porque lo estropearías todo.

Le acarició la cara y le secó las lágrimas que ya resbalaban sin control por sus mejillas.

-Cuando ese día llegue, y tu alma abandone tu cuerpo, no te reveles, acepta tu situación y espera, pues a continuación tendrás un tiempo de paz y serenidad en el cual tendrás que crear tu misma tu futuro... El futuro y el mundo en el que quieras vivir para siempre. No tengas prisa, tendrás tiempo suficiente para hacerlo, no te precipites, pues lo que elijas será para siempre, y ya te he dicho mil veces que la eternidad es muy larga.

Irene sintió como sus brazos la rodeaban y la acercaba a su pecho. Un corazón latía con fuerza, ¿era el de Marcos?. No, los espíritus carecen de corazón, como órgano motor, era el suyo que latía con fuerza emocionado por las palabras de aliento y de esperanza de Marcos. ¡Que bien se encontraba entre sus brazos! ¡Cuando amor desprendían! ¡Cuanta ternura!

Una enorme emoción la invadía poco a poco. El calor de Marcos, su aroma, el contacto con su pecho le hizo desear un beso. Un beso igual que el que recibió cuando aún no lo conocía. Un beso como aquel que nunca olvidaría.

Marcos parecía saber en todo momento lo que ella pensaba y lo que deseaba. Con mucha ternura le retiró el pelo y le paso una mano por la nuca, y sin dejar de abrazarla, con sus cuerpos muy juntos, acercó sus labios a los de Irene y depositó en ellos un beso lleno de amor.

Irene volvió a llorar, pero esta vez no de tristeza, sino porque se sentía intensamente

****************** V *****************

La primavera dio paso al verano. Marcos era la sombra protectora de Irene, sabía al instante lo que ella pensaba, sentía o deseaba y procuraba siempre complacerla dándole en cada momento lo que necesitaba.

Se seguían viendo todas las mañanas, a escondidas de Ana, en el invernadero. Hicieron de aquel lugar lleno de contraluces su pequeño nido de amor, pues el cariño y la amistad se habían convertido poco a poco en pasión y deseo.

Las tardes, Irene, las dedicaba a su hermana. Unas veces leían, otras bordaban, paseaban recogiendo flores silvestres, o simplemente charlaban.. Lo que Ana no o sabía es que siempre siempre sed hallaban bajo la vigilancia de Marcos, quien, estuvieran donde estuvieran, en la cocina, en el comedor, en el jardín, siempre se encontraba con ellas. Irene lo sabía y en ocasiones había sentido la necesidad de hacer partícipe de su presencia a Ana, pero luego desistía. Tenia que hacer grandes esfuerzos para controlarse y no hablar a Marcos en presencia de su hermana, casi siempre lo conseguía, pero en alguna ocasión se le escapaba algún comentario o una pregunta que no venía a cuento, que Ana no comprendía y a lo que ludía con una sonrisa preguntándole:

-¡Que! ¿Otra vez hablando sola?

-Unas veces le salvaba un:

-¡Ya sabes como soy!

Otras le cogía desprevenida y se inquietaba pues no sabía que contestarle. Entonces sentía las manos de Marcos sobre sus hombros transmitiéndole calma y le contestaba:

-No me hagas caso, estaba pensando en voz alta.

Por las noches, a solas con sus pensamientos, recordaba las palabras de Marcos, e intentaba imaginar y proyectar su futura vida, para que cuando llegase el momento no la cogiera por sorpresa.

No podía imaginar la eternidad sin la presencia de su amado. Sentía miedo y decidió que lo mejor seria trasmitirle a Marcos su temor, pues si no podía pasar con el, el resto de su "vida", esa vida era mejor no vivirla.

Mediaba el mes de Julio. El sol del verano se colaba entre las hojas de los ficus, haciendo visibles las perfectas redes doradas que las arañas habían tejido durante los dos últimos meses.

-Mira, Marcos, están haciendo como yo. -Le dijo aquella mañana- Estoy tejiendo mi futuro poco a poco, para, como tu me advertiste, no estropearlo con mis prisas. Pero... tengo una duda... ¿tu podrás estar en el?. Porque si no...

Marcos selló sus labios con un dedo haciéndola callar y se desvaneció en el aire.

-Por supuesto que estaré si tu quieres que lo esté.

-No concibo la eternidad sin ti. ¡Te amo tanto!. ¡Te necesito tanto!

Sintió como los brazo de Marcos la rodeaban y la acercaban a su cuerpo.

-No temas, siempre estaré contigo. ¿Como podría seguir vagando por este mundo sin ti?- Le besó la frente, luego los párpados. -No se que hubiera sido de mi cansada alma si tu no te hubieras enamorado de mi.

-Tenía tanto miedo de que no pudieras acompañarme...

-¡Pequeña!. Ten por seguro que eligieras la vida que eligieras, yo te seguiría hasta ella. Tu me has sacado de la monotonía. Has aliviado mi pesar y mi cansancio, me has devuelto la ilusión. Ahora veo un futuro agradable y placentero, contigo, lleno de amor...

Se hizo el silencio. Aquel mágico invernadero estaba lleno de sentimientos, amor y de ternura, y no les hacían falta las palabras para demostrarse el amor que se tenían.

-Querido mio, este es un momento de los que, aunque estés conmigo, te echo mucho de menos. ¡Como me gustaría poder verte y abrazarte al mismo tiempo!.

El no poder ver y tocar a la vez a Marcos la sacaba momentáneamente de quicio.

-Cielo, no sufras.Ese día llegará y podremos disfrutar entonces plenamente el uno del otro. Pero no tengas prisa, yo puedo esperar.

-¿Por que esperar? Desearía terminar ya, ahora mismo, y poder ver tu cara cuando me besas, tus ojos y tus manos cuando me acaricias. Ver tus labios cuando me dicen bonitas palabras de amor...

-¡Cuanto te quiero, pequeña!. Pero... calla, no quiero que sufras deseando algo que no depende de ti ni de mi.

El sabía muy bien que pronto el deseo de Irene se cumpliría.

-Marcos, abrázame fuerte y bésame.

********************** VI **********************

Ana llevaba varios días preocupada por la salud de su hermana. Irene no se quejaba , pero aunque tratara de ocultarlo, se le veía el cansancio reflejado en el rostro. Poco a poco aquella linda flor se marchitaba.

Durante la sobremesa se sintió algo mareada.Ana se alarmó.

-No me asustes.¡Chiquilla! ¿que te notas?

-Estoy algo mareada, siento nauseas. Seguramente me habrá sentado mal la comida.

-Te ayudaré a subir a tu habitación, será mejor que descanses un ratito en la cama, y mientras te prepararé una manzanilla, a ver si te entona un poco ese estómago.

Irene rechazó la idea de su hermana, por nada del mundo se iría a la cama, si lo hacía y entraba en su habitación, tendría que prescindir de la presencia de Marcos, él no podría entrar y hacerle compañía, prefería quedarse donde estaba y así permanecer cerca de su amado.

-No, Ana, no te preocupes, ya verás, no será nada, solo un corte de digestión.Aceptaré con gusto esa manzanilla, pero no quiero acostarme, prefiero quedarme aquí, en el salón y que me leas alguna poesía de esas que tanto te gustan.

-¡Niña testaruda! ¿Algún día me harás caso?

-No me atosigues por favor, anda, ve y preparame esa manzanilla.

Murmurando algo inteligible, Ana desapareció del salón en dirección a la cocina. Puso agua a hervir, y cuando esta llegó a ebullición echó las hierbas. Mientras esperaba, no podía dejar de pensar en su hermana.

-¡Pobre criatura! Se está apagando por momentos, tal vez sería mejor volver a casa y que la viera el doctor... pero... realmente ¿para qué?, claramente nos dijo a papá y a mi que ya no se podía hacer nada mas por ella. ¡Pobrecita, es una niña tan hermosa!.- Se lamentó mientras una lágrima incontrolada resbalaba por su cara.

Llevó la tisana e Irene la tomó toda. Ana recolocó los cojines sobre el diván e hizo recostar a su hermana. A sus pies velaba Marcos. Ana leyó para su hermana tiernas poesías de amor durante largo rato, hasta que se dio cuenta de que Irene sed había quedado dormida.

-Descansa, niña. Te sentará bien. -Dijo mientras la cubría con un chal.

Aquella noche no quiso cenar, tan solo tomó un poco de leche con miel obligada por la insistencia de su hermana. Después, Ana, la acompañó hasta su dormitorio.

-Duerme, pequeña, y sueña con los ángeles. Ya verás como mañana estarás mejor.

Depositó un beso lleno de ternura sobre la frente de su hermana.

-Ana, te quiero mucho, eres muy buena conmigo. -Le dijo abrazándola.

-¡Calla, niña, no seas zalamera! -Le replicó intentando que no se diera cuenta de que aquello casi le hizo llorar.No la dejó hasta que la vio bien acomodada y arropada, pues aunque había comenzado el mes de Agosto, por las noches, en aquella vieja casa, se notaba algo de fresco.

Irene miró hacia la ventana, un nuevo día amanecía. Ya no se notaba mareada, al revés, se sentía descansada, llena de vitalidad y alegría. Se desperezó y se sentó en la orilla de la cama.

-¡Vaya!. Presiento que hoy va a ser un día maravilloso. -Dijo en voz alta.

-Por supuesto que si. -Una voz le contestó desde el otro lado de la habitación. Era Marcos.

-¡Marcos!. Tu me dijiste que no podías entrar en mi habitación. ¿Que haces aquí?. -Preguntó sorprendida.

El contestó con otra pregunta:

-¿Sabes que día es hoy?

-Creo que si, ¿cuatro de Agosto?

-Si, pero también es el primer día del comiendo del resto de nuestras vidas. ¡Querida mía! Hoy es ese día que has anhelado en tantas ocasiones... -Dijo sonriendole.

-No comprendo lo que me dices. -Se levantó y se acercó a el.

Elle cogió las manos y las besó.

-¡Dios mio, no te has desvanecido! Puedo verte y tocarte... -Dijo mientras tocaba con sus temblorosas manos la cara de Marcos.

El alargó su mano señalando hacia la cama. Irene se volvió y dirigió su mirada hacía el lecho... Y descubrió que su cuerpo yacía en el.

Miró a Marcos, y lejos de asustarse le sonrió, ya no tenía miedo.

-Ven aquí pequeña. Llevo mucho rato esperándote.

-Si, querido... abrazame y comencemos a vivir.

Irene aproximó su cuerpo al de su amado, y se hundió entre sus brazos. Ambos buscaron sus labios y se besaron.

Una ráfaga de aire fresco con olor a jazmín inundó la estancia, y ellos se fueron desvaneciendo poco a poco, abrazados y unidos para toda la eternidad.

FIN

Por Marisa Bazán. 1997









































































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