14 de octubre de 2009

PAPEL ARRUGADO


PAPEL ARRUGADO

Mi carácter impulsivo, cuando era niño me hacia reventar en cólera a la menor provocación, la mayoría de las veces después de uno de éstos incidentes, me sentía avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado.
Un día mi maestro, que me vio dando excusas después de una explosión de ira, me llevó al salón y me entregó una hoja de papel lisa y me dijo:
- ¡Estrújalo!
Asombrado obedecí e hice con él una bolita.
- Ahora -volvió a decirme- déjalo como estaba antes.
Por supuesto que no pude dejarlo como estaba, por más que traté el papel quedó lleno de pliegues y arrugas.
- El corazón de las personas -me dijo- es como ese papel... La impresión que en ellos dejas, será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues.
Así aprendí a ser más comprensivo y paciente. Cuando siento ganas de estallar, recuerdo ese papel arrugado.
La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrar... Más cuando lastimamos con nuestras reacciones o con nuestras palabras... Luego queremos enmendar el error pero ya es tarde.
Alguien dijo alguna vez: Habla cuando tus palabras sean tan suaves como el silencio.
Por impulso, no nos controlamos, y sin pensar, arrojamos en la cara del otro palabras llenas de odio o rencor y luego cuando pensamos en ello nos arrepentimos. Pero no podemos dar marcha atrás, no podemos borrar lo que quedó grabado en el otro.
Muchas personas dicen:
Aunque le duela se lo voy a decir... o La verdad siempre duele... o No le gustó porque le dije la verdad...
Si sabemos que algo va a doler, a lastimar, si por un instante imaginamos cómo podríamos sentirnos nosotros si alguien nos hablara o actuará así... ¿Lo haríamos?
Otras personas dicen ser frontales y de esa forma se justifican al lastimar:
Se lo dije al fin... o ¿Para qué le voy a mentir...? o Yo siempre digo la verdad aunque duela...
Qué distinto sería todo si pensáramos antes de actuar, si frente a nosotros estuviéramos sólo nosotros y todo lo que sale de nosotros lo recibiéramos nosotros mismos. ¿No? Entonces sí nos esforzaríamos por dar lo mejor y por analizar la calidad de lo que vamos a entregar. ¡Aprendamos a ser comprensivos y pacientes! ¡Pensemos antes de hablar y de actuar!



Recibido por email.

1 comentario:

Ligia dijo...

Es una historia muy hermosa, Marisa, y llena de razones para pensar primero antes de actuar. Te envío muchos abrazos