28 de noviembre de 2009

LINDA EN ESTADO DE BUENA ESPERANZA

“LINDA” EN ESTADO DE BUENA ESPERANZA

Parece ser que la nostalgia, la melancolía y otras aflicciones no son solo atribuibles a la especie humana. Desde hace unos días “Linda” responde, en su comportamiento, a un patrón nada habitual en ella. Tampoco ella ha escapado a las leyes de la naturaleza.
Dentro del orden animal cada especie tiene un comportamiento específico ante una situación concreta, y “Linda” no podía ser una excepción dentro de su género y de su circunstancia.
De algo se ha percatado Don Roque. Don Roque no es un experto en materia de comportamiento animal; más bien es un profano en toda materia ajena a su ministerio. A pesar de ello el comportamiento de su amiga y compañera le llegó a preocupar más allá de lo normal y le abstraía con tal frecuencia de sus quehaceres cotidianos que frecuentemente esos pensamientos se entrecruzaban, incluso, en sus ejercicios religiosos.
- Algo le debe pasar, - se dijo.
Su falta de conocimientos y de recursos le llevó a consultar con el “Tío Turrón”. Después de la partida de “subastao” en el bar, se allegaban a sus respectivas viviendas comentando alguno de los lances de la partida.
-Por cierto, “Tío Turrón”, dijo don Pablo, la próxima partida nos tenemos que dejar ganar. Me remuerde la conciencia de la engañifa que les hemos hecho. Y yo siguiéndole a usted, me siento tanto o más culpable.
- Ay, don Pablo, qué pardillo es usted. Usted sabrá mucho de Dios, pero de cartas está todavía en mantillas.- ¿Qué cree usted que ha pasado en la partida anterior? Pues que en la última mano nos la han endiñado ellos a nosotros y usted en babia, hombre de Dios. Yo me dije: la siguiente será mía. Y así ha sido; en donde las dan, las toman, don Pablo. Espabile.
Según se aproximaban a las casas, “Linda”, muy astuta ella, olfateó u oyó - o ambas cosas - las voces de ambos amigos y de inmediato se puso a ladrar, eso sí, con cierta modulación en el ladrido un tanto peculiar.
Cayó en la cuenta don Roque, y le hizo notar al Tío Turrón tal detalle, que asintió y corroboró a don Roque las sospechas de que así era.
- Por cierto, “Tío Turrón”, - dijo don Roque, he creído notar que Linda ha sufrido algún tipo de cambio en su comportamiento últimamente. Desde hace algunos días parece como si se hubiera producido cambios conductuales tan sutiles que no sabría definir, pero sé que se han producido. Y recurro a usted como más familiarizado con los animales para ver, si con su experiencia, pudiera aportar alguna luz a la circunstancia.
Si bien es cierto que la mundología - por llamarlo de alguna forma - del “Tío Turrón” queda limitada a su relación con Molinera, Canelo y a sus animales de corral, siempre podía aportar alguna luz sobre las inquietudes de don Pablo, acerca de Linda.
Era envidiable la relación y el afecto mutuo de don Pablo y el “Tío Turrón”.
Cualquier noticia o suceso, por nimio que fuera, era pretexto para celebrar cónclave, e intermediando unos vinos y algunas galletas para mojar, aparcaban los quehaceres cotidianos, y se explayaban como unos expertos “marujones”.
Pase, “Tío Turrón”, y échele un vistazo a Linda.
Ya estaba Linda esperando tras la puerta cuando don Roque introdujo la llave en la cerradura. Linda les da la bienvenida con unos apagados ladridos que más parecían gruñidos. Zalamera en donde las haya, prodiga su cariños, gruñidos y meneos de cola, aunque éstos no sean lo ágiles que le eran habituales.
Blanca, muy blanca; toda ella una masa mullida, esponjosa y blanca. Revoltosa como siempre, aunque, más bien, un poco apagada. Ya se percató de ello el “Tío Turrón”. La tomó con las manos don Roque, le dio unos besos en la frente, le amasó y atusó su muñida y blanca pelambrera. Le hizo unas carantoñas y la pasó al “Tío Turrón”.
Circunspecto el “Tío Turrón”, - que ya se temía por donde podían ir los tiros- tomó a Linda con delicadeza y a medida que la acariciaba, le manoseó el vientre. Le dio un beso en el hocico, y volviéndose hacia el cura le dijo:
- Don Roque, que usted no se entera de nada. Lo que le pasa a Linda es consecuencia del calentón, o más finamente, de la aventurilla, - porque usted no entiende de estas cosas, digo yo - que se corrió con Canelo hace quince o veinte días. Toque, toque la barriga a Linda. Con suavidad. Lo nota, verdad. Pues esta es la enfermedad de Linda. Así que vayamos preparando todos los bártulos para cuando llegue la hora y cuidar a Linda para que no se malogre la descendencia. Ya verá que alegría nos va a dar. Y ahora saque ese añejo y esas galletas que no haremos unas sopas para celebrarlo.

Jesús Chacon Bautista. "Las aventuras e Canelo"

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