2 de julio de 2008

IRENA SENDLER. (ANGEL DEL HOLOCAUSTO)



Irena Sendler (Varsovia, 15 de febrero de 1910, Varsovia, 12 de mayo de 2008), conocida como "el ángel del Gueto de Varsovia", enfermera polaca que durante la segunda Guerra Mundial ayudó y salvó a más de dos mil quinientos niños judíos con riesgo de su vida. Fue candidata al Premio Nobel de la Paz en 2007, aunque finalmente no resultó elegida






Cuando Alemania invadió el país en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia, el cual manejaba los comedores comunitarios de la ciudad.
En 1942 los nazis crearon un ghetto en Varsovia. Irena, horrorizada por las condiciones en que se vivía allí, se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos
Consiguió identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Como los alemanes invasores tenían miedo de una posible epidemia de tifus, permitían que los polacos controlaran el recinto .Pronto se puso en contacto con familias a las que les ofreció llevar a sus hijos fuera del ghetto…
Pero no les podía dar garantías de éxito. Era un momento horroroso, debía convencer a los padres de que le entregaran sus hijos, y ellos le preguntaban: "Puedes prometerme que mi niño vivirá…?"
…pero qué podía alguien prometer cuándo ni siquiera se sabía si lograrían salir del ghetto?
Lo único cierto era que los niños morirían si permanecían en él.


Las madres y las abuelas no querían desprenderse de sus hijos y nietos. Irena las entendía perfectamente, pues ella misma era madre, y sabía perfectamente que, de todo el proceso que ella llevaba a cabo con los niños, el momento más duro era el de la separación.
Algunas veces, cuando Irena o sus chicas volvían a visitar a las familias para intentar hacerles cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de la muerte. Cada vez que le ocurría algo así, luchaba con más fuerza por salvar a más niños.

Comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero pronto se valió de todo lo que estaba a su alcance para esconderlos y sacarlos de allí: cestos de basura, cajas de herramientas,
cargamentos de mercaderías, sacos de patatas, ataúdes... en sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape.Logró reclutar al menos una persona de cada uno de los diez centros del Departamento de Bienestar Social.

Con su ayuda, elaboró cientos de documentos falsos con firmas falsificadas dándole identidades temporarias a los niños judíos. Irena vivía los tiempos de la guerra pensando en los tiempos de la paz. Por eso no le bastaba solamente mantener a esos niños con vida. Quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales, sus familias.



Entonces ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades. Anotaba los datos en pequeños trozos de papel y los guardaba dentro de botes de conserva que luego enterraba bajo un manzano en el jardín de su vecino. Allí aguardó, sin que nadie lo sospechase, el pasado de 2,500 niños… hasta que los nazis se marcharon



Pero un día los nazis supieron de sus actividades. El 20 de octubre de 1943, Irena Sendler fue detenida por la Gestapo y llevada a la prisión de Pawiak donde fue brutalmente torturada. En un colchón de paja de su celda, encontró una estampa ajada de Jesucristo. La conservó como el resultado de un azar milagroso en aquellos duros momentos de su vida, hasta el año 1979, en que se deshizo de élla y se la obsequió a Juan Pablo II. Irena era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos; soportó la tortura y se rehusó a traicionar a sus colaboradores o a cualquiera de los niños ocultos
Le rompieron los pies y las piernas además de imponerle innumerables torturas. Sin embargo nadie pudo romper su voluntad. Así que fue sentenciada a muerte. Una sentencia que nunca se cumplió, porque camino del lugar de la ejecución, el soldado que la llevaba, la dejó escapar. La resistencia le había sobornado porque no querían que Irena muriese con el secreto de la ubicación de los niños.

Oficialmente figuraba en las listas de los ejecutados, así que a partir de entonces, Irena continuó trabajando, pero con una identidad falsa.





Al finalizar la guerra, ella misma desenterró los frascos y utilizó las notas para encontrar a los 2,500 niños que colocó con familias adoptivas. Los reunió con sus parientes diseminados por toda Europa, pero la mayoría había perdido a sus familiares en los campos de concentración nazis
Los niños sólo la conocían por su nombre clave: Jolanta. Años más tarde, su historia apareció en un periódico acompañada de fotos suyas de la época, varias personas empezaron a llamarla para decirle: “Recuerdo tu cara …soy uno de esos niños, te debo mi vida, mi futuro y quisiera verte…”

Irena tenía en su habitación cientos de fotos con algunos de aquellos niños sobrevivientes o con hijos de ellos.
Su padre un médico, que falleció de tifus cuando ella era todavía pequeña, le inculcó lo siguiente:

“Ayuda siempre al que se está ahogando, sin tomar en cuenta su religión o nacionalidad. Ayudar cada día a alguien tiene que ser una necesidad que salga del corazón"

Irena Sendler llevaba años encadenada a una silla de ruedas, debido a las lesiones que arrastra tras las torturas sufridas por la Gestapo. No se creyó una heroína. Nunca se adjudicó crédito alguno por sus acciones. Siempre que se le preguntaba sobre el tema, Irena decía:

"Podría haber hecho más, y este lamento me seguirá hasta el día en que yo muera."



Falleció en Varsovia (Polonia) el 12 de mayo de 2008 a los 98 años de edad.

La vida de esta heroína será llevada próximamente al cine.

“No se plantan semillas de comida. Se plantan semillas de bondades. Traten de hacer un círculo de bondades, éstas los rodearán y los harán crecer más y más”.
Irena Sendler



Copiado del blog de Angela Ibañez

1 comentario:

Ligia dijo...

Es una historia preciosa la de esta mujer, que tuvo mucha valentía durante la guerra. En su rostro refleja una bondad que nunca se borró. Gracias por recordarla. Besos